Filosofemos con la Arquitectura…

Cuando pensaba que decir se me vinieron a la cabeza muchas palabras, principalmente:
TIEMPO, pero no el implacable, el que pasa y pasa y no podemos dominar;  sino, el tiempo como sumatoria de momentos vividos en un sitio;  en este caso, la Facultad.
UNIVERSIDAD, como punto de reunión, de encuentro.  Un encuentro físico, con distintos personajes – compañeros, profesores, amigos- y un encuentro espiritual, artístico, con tus ideales más profundos.

Como el sitio que nos enseñó a servir a la sociedad a través de una formación.

EMOCION, la arquitectura nos enseñó a emocionarnos,…     también.     … Te tranquiliza, te exalta, te calma, te apura, te seda, te ilusiona, te compromete, te entusiasma, te muestra, te hace poner en crisis, te abre la mente, te hace pensar distinto, te asusta, te hace razonar…como diría Sabato:   ”… te hace razonar constantemente, como una máquina de calcular.  Como un capitán que a cada instante fija matemáticamente su posición y sigue su ruta hacia el objetivo con un rigor implacable”

FUTURO, más que un pensamiento este es un deseo:  tratar de mejorar la situación actual de nuestro país a través de la herramienta que nos enseñaron, la Arquitectura…     ….e inmediatamente me acordé de un cuento de Borges que se llama el Libro de la Arena y dice así:

“La línea consta de un número infinito de puntos;  el plano, de un número infinito de líneas;  el volumen, de un número infinito de planos…No, decidídamente no es éste el mejor modo de iniciar mi relato.  Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico;  el mío, sin embargo, es verídico.

Yo vivo solo.  Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta.  Abrí y entró un desconocido.  El hombre tardó un rato en hablar.

  • Vendo biblias, me dijo.
  • No solo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado.

Abrió la valija y lo dejó en la mesa.

Lo abrí al azar.  Los caracteres me eran extraños.  El texto era apretado.  En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas.  Me llamó la atención que la página par llevara el número 40.514, y la impar, la siguiente, 999.  También llevaba una pequeña ilustración, un ancla dibujada a pluma.  Fue entonces que el desconocido me dijo:

  • Mírela bien. Ya no la verá jamás.

Me fijé en el lugar y cerré el volumen.  Inmediatamente lo abrí.  En vano busqué la figura del ancla hoja tras hoja.
Me dijo que su libro se llamaba el libro de la arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.
Me pidió que buscara la primer hoja.  Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar.  Todo fue inútil:  siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano.

–     Ahora busque el final.

También fracasé.

–     Esto no puede ser.

No puede ser, pero es.

El número de páginas de este libro es exactamente infinito.  Ninguna es la primera, ninguna la última.
Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio.  Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo.”

Por qué relacioné este cuento con el FUTURO…         …?  Además de ser el punto fundamental, el alma de este relato, trataba de mezclarlo con una definición personal de Arquitectura  ( no una definición como tantas ya leídas;  según Alvaro Siza, o según Luis Barragán).

Y pensé en la Arquitectura como forma de vida, con un principio muy lejano, incierto, impreciso  ( Egipto, quizá? );  y un final que no debiera existir, un final que debiera ser una constante lucha en llegar a la meta, una Meta, que a diferencia de la que fue hace 6 o 7 años cuando empezamos aquí, se convierte más en un DESAFIO:  hacer de la Arquitectura una herramienta fundamental de progreso y convertirla como el Libro del desconocido y como la Arena en infinita.